lunes, 29 de abril de 2013

Primeros pasos

Primeros pasos

 Es difícil en la juventud no sucumbir a la juventud, y con ello me refiero a las gilipolleces que acostumbran a poblarla. Hay mentes que no soportan ir más allá mientras se quedan. Otras, quizá, prefieren seguir. Las prioridades ahí suelen ser muy poco éticas, lo cual no deja de ser absolutamente lícito (y en casos, recomendado), pero una mente joven y débil no sabrá seguir acompañando al tiempo, y ahí vienen los problemas. En ese caso, también son primeros pasos.

Recuerdo que con 13 y 14 años mis grandes inquietudes distaban mucho de las de mis grandes amigos, que no siendo muy distintos, jugábamos en mundos muy lejanos. A esa edad lo normal es empezar a experimentar con el tabaco, esa gran ilusión por empezar a salir de fiesta y demás. La gran mayor de las dichas, era una desmesurada necesidad de escribir historias. Sin aparente por qué, de la nada. Mi primer microcuento fue escrito con 13, en máquina de escribir. En ese caso, también son primeros pasos.

Por los motivos que fuesen, que no dejan de ser los que son, dejé de ser buen estudiante muy temprano. Un discípulo más de la nada, que acabaría tristemente ayudando al no selecto grupo de fracasos escolares. En un día cualquiera en clase de Castellano nos pidieron hacer una redacción de una carilla sobre el proceso de una persona en el caminar. Sabiendo que mis compañeros caerían en la simplicidad, decidí darle una vuelta y acabé escribiendo un poema de dos carillas. En la clase siguiente, de Gimnasia, el profesor irrumpió para hablar conmigo, todos pensaban que venía a echarme una bronca, pero en realidad vino a felicitarme por la redacción en verso, y además, a proponerme escribir periódicamente en la revista del instituto, lo cual, por gilipollas, rechacé. Sí, era un estudiante pésimo, y con eso no significa que menos inteligente que el resto. En ese caso, también son primeros pasos.

Sin acabar la adolescencia, y en mi aún apasionada inquietud por escribir historias (sin contarlas), irrumpe la fotografía. Una evolución y un reto para mí en cuánto a seguir escribiendo. Las fotografías no contienen palabras, pero se leen igual. De izquierda a derecha y de arriba a abajo. Un nuevo mundo en el que seguir creciendo. Mi primer proyecto fue sobre la violencia de género (tema concurrido en palabras desde los 14 años) y en ese mismo proyecto nació Penélope, el que será mi primer cortometraje. En ese caso, también son primeros pasos.

El siguiente escalón era lógico dada la evolución, y no hay mayor evolución que la fusión entre dos artes. Fusionar escribir y la imagen fija no daban otro resultado que el de la imagen en movimiento: Cine. Ahora es cuando me doy cuenta que con 13 años lo que yo quería no era sólo escribir mis propias historias, ni luego fotografiarlas, sino hacer cine con ellas. Es un proceso eterno de aprendizaje, y como titulo hoy, estaré dando primeros pasos siempre, sin dejar de seguir, pues no voy a dejar de aprender nunca.



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